La reciente salida de Justin Trudeau del poder en Canadá marca el fin de una era y nos deja reflexiones importantes que, si somos atentos, podrían ser útiles para el panorama político de México. Trudeau, alguna vez símbolo del carisma progresista y una figura que inspiró a nivel mundial, no solo cayó por las tensiones internas de su partido, sino por una desconexión fundamental con los problemas de su pueblo.
En México, el caso de Trudeau tiene resonancia, especialmente cuando se analiza desde el prisma de Morena y su maquinaria política. Es crucial entender que su éxito no depende solo de la ideología, sino de una maquinaria propagandística que ha perfeccionado la manipulación de la opinión pública. Pero antes de entrar en esos detalles, revisemos el panorama canadiense.
Por qué cayó Trudeau
- Desconexión con la Realidad Ciudadana:
Trudeau inició como un líder fresco, que hablaba de reconciliación indígena y justicia climática. Sin embargo, en sus últimos años, no logró adaptarse a las prioridades emergentes de los canadienses. Temas como el costo de vida, la inflación y la crisis de vivienda se le escaparon, lo que lo convirtió en un líder que muchos consideraron desconectado. - Escándalos que Minaron la Confianza:
Su imagen progresista sufrió golpes irreparables. Desde ser acusado de conflictos de interés hasta incidentes como el uso de maquillaje racista en su juventud, Trudeau enfrentó una pérdida progresiva de credibilidad. - Polarización y Fracturas Internas:
El primer ministro canadiense se convirtió en una figura polarizante. Mientras intentaba mantener su agenda, los costos políticos se acumularon, y miembros de su propio partido empezaron a pedir su renuncia. - Falta de Propaganda Estructurada:
A diferencia de otros líderes, Trudeau no contaba con un sistema organizado de comunicación política que contrarrestara los ataques o promoviera su agenda. Esto, sumado a la presión de los conservadores liderados por Pierre Poilievre, resultó ser la combinación fatal.
La Maquinaria de Propaganda: Una Comparación con Morena
En contraste con Trudeau, Morena ha demostrado ser una maquinaria propagandística eficiente y estructurada. Su sistema político no es solo político: es propagandístico en esencia. Desde mi experiencia como parte del movimiento en sus inicios, puedo afirmar que la estrategia de Morena no se basa en construir una base ideológica sólida, sino en utilizar las herramientas de la comunicación moderna para manipular percepciones.
¿Cómo funciona la maquinaria de Morena?
- Coordinación Estratégica de Influencers y Militantes:
Cada mañana, se establece una “línea del día”. Esto no es casualidad; es un mecanismo calculado que asegura que todos, desde influencers hasta medios oficiales, repitan el mismo mensaje. La meta es dominar las tendencias y ahogar cualquier narrativa opositora. - Polarización como Herramienta:
Utilizando teorías sociales y políticas, Morena crea un discurso que divide y enfrenta. Se presenta como el único defensor del «pueblo», mientras deslegitima a cualquier voz contraria como enemiga del progreso. - El Efecto de la Propaganda:
Esta estrategia tiene raíces históricas en la propaganda política de la época de Hitler, que luego fue adaptada por países como Argentina y exportada a América Latina. Su esencia es simple: repetir una mentira suficiente veces hasta que parezca verdad.
Un Problema de Profesionalización
Uno de los puntos centrales de este análisis es la falta de profesionalización en los cuadros de Morena. Si bien cuentan con una maquinaria efectiva para ganar elecciones, el verdadero problema radica en el desempeño de sus funcionarios. Muchos llegan a los cargos por lealtades políticas o familiares, no por méritos o preparación.
Esto se traduce en improvisación y falta de resultados, que tarde o temprano terminan desgastando la confianza del electorado. Trudeau, aunque no contaba con una maquinaria propagandística similar, enfrentó su caída por problemas similares: una incapacidad para adaptarse y liderar frente a los desafíos actuales.
Reflexión Final: Lo que México Puede Aprender
En política, como en la salud, los síntomas no deben ignorarse hasta que sea demasiado tarde. Canadá nos enseña que el carisma y la popularidad no son eternos. Eventualmente, los ciudadanos exigen resultados concretos y soluciones reales a sus problemas cotidianos.
Morena, al igual que los partidos de oposición en México, debe entender que no se puede gobernar solo con propaganda. Es indispensable invertir en la profesionalización de los cuadros políticos y priorizar el bienestar del ciudadano sobre la narrativa. De lo contrario, México podría enfrentar una crisis de confianza similar a la que vivió Canadá.
Este análisis no busca atacar, sino invitar a una reflexión seria y profunda sobre el camino que estamos tomando como nación. Si no aprendemos de la historia, estamos condenados a repetirla.