Claudia Sheinbaum, y Clara Brugada, junto con otras figuras políticas en la Ciudad de México, han utilizado el feminismo y la figura del feminicidio como estandartes de lucha. Pero, ¿realmente estas luchas benefician a la sociedad o son herramientas políticas para obtener apoyo?
La Problemática de la Justicia Selectiva
Preguntémonos: si un hombre mata a una mujer en defensa propia tras años de abuso psicológico y físico, ¿es feminicidio? ¿Qué pasaría si fuera al revés? ¿Un hombre sometido a violencia por parte de su pareja femenina obtendría el mismo trato bajo la ley?
La realidad es que no, y esto nos lleva a una profunda reflexión: si tratamos los casos de violencia con base en el género, estamos fallando como sociedad y como sistema judicial. El término «feminicidio» en sí mismo excluye a una parte considerable de la población y carga un sesgo mediático que no refleja la justicia igualitaria que deberíamos aspirar a tener.
Ejemplo Práctico
Imaginemos una mujer que asesina a su pareja tras años de maltrato. La narrativa mediática probablemente la colocaría como una víctima que reaccionó. Pero, si un hombre mata a su pareja bajo circunstancias similares, ¿el enfoque sería el mismo?
Esto no es un ataque al feminismo, sino una crítica al uso manipulador de los términos y estructuras legales. Si queremos justicia verdadera, debemos renombrar, repensar y reestructurar nuestras leyes para que representen a todos los ciudadanos por igual.
El Uso Político de la Agenda de Género
Las instituciones como las secretarías para las mujeres o fiscalías especializadas son síntomas de una incapacidad intelectual para generar soluciones verdaderas. Estas estructuras no solo perpetúan la división social, sino que desvían recursos y atención de los problemas de raíz: la infancia y los traumas que generan ciclos de violencia.
No se trata de escudarse en el género, sino de enfrentarnos a la realidad con un enfoque integral. La violencia, ya sea contra hombres o mujeres, debe investigarse minuciosamente. Testigos, contextos, antecedentes y análisis científicos deben ser los ejes rectores de cualquier juicio.
Una Justicia Verdaderamente Igualitaria
La paridad de género es importante, pero no puede ser el único criterio. No seleccionamos a un médico por su género o preferencia sexual, sino por su competencia y méritos. Entonces, ¿por qué aplicar un estándar diferente en el ámbito judicial y político?
¿De qué nos sirve un sistema que se enfoca más en cumplir cuotas de género que en garantizar justicia? La solución no es abrir más fiscalías para diferentes grupos sociales, sino fortalecer las instituciones para todos. Porque, si seguimos este camino, ¿qué sigue? ¿Fiscalías para cada grupo étnico, orientación sexual o actividad profesional?
Reflexión Final
Nos encontramos ante una sociedad donde el género se ha convertido en un arma política, y no en una herramienta para la igualdad. ¿Estamos dispuestos a eliminar a todos los hombres por ser vistos como potenciales agresores? ¿O nos daremos cuenta de que el verdadero problema no es el género, sino un sistema político que explota estas divisiones para su beneficio?
Señoras y señores, ¿realmente están dispuestos a aceptar que eliminemos de la ecuación de la justicia a sus hijos, padres, amigos o esposos? No todas las relaciones son tóxicas ni todos los hombres son agresores. ¿Es posible que, en este afán de justicia mal encaminada, las mujeres estén adoptando el rol de los mismos agresores que juraron combatir? Como decían Platón y Aristóteles, los extremos solo nos arrastran hacia otros extremos, y esa es la trampa perfecta de la polarización.
¿De verdad aceptarían dejar en manos de alguien sin la capacidad adecuada, hombre o mujer, la responsabilidad de sus vidas o la de sus seres queridos, solo por cumplir con una absurda agenda política? Mujeres, especialmente aquellas que son madres, ¿desean lo mismo para sus hijos? Hombres, ¿hasta cuándo seguirán en silencio, atrapados por el miedo al juicio mediático, dejando que los discursos los vuelvan enemigos en su propia casa?
Paradójicamente, parece que, al final, será una mujer quien defienda a un hombre frente a otra mujer, mientras los hombres siguen paralizados, atrapados en su propia pasividad. Este círculo vicioso es un síntoma de la falta de reflexión que nos imponen las agendas políticas, que no buscan justicia, sino polarización. ¿No es hora de que todos, sin distinción, exijamos una justicia que realmente nos represente?
La justicia no puede ser feminista, masculina o de cualquier otro tipo de etiqueta. Debe ser igual para todos, sin excepciones. Solo cuando dejemos de lado las agendas políticas y enfoquemos nuestros esfuerzos en resolver los problemas desde su raíz, lograremos un verdadero cambio.