El origen de la vida, en su forma más pura, es la búsqueda de la conciencia. Esta conciencia, muchas veces confundida con una simple acumulación de conocimientos, es en realidad el proceso por el cual llegamos a ser verdaderamente humanos. Pero la pregunta crucial sigue siendo: ¿Es la felicidad la que nos hace conscientes, o es la conciencia la que nos lleva a la felicidad? Como el eterno dilema del huevo y la gallina, esta incógnita nos persigue, invitándonos a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de nuestra existencia.
La vida es efímera, y en ese transcurso buscamos respuestas. A través del estudio, la reflexión y la relación con los demás, empezamos a encontrar verdades ocultas. La conciencia no es un estado pasivo; es un proceso activo de descubrimiento, de confrontación con nuestras historias personales, con las realidades que llevamos dentro. Lo que se refleja en nuestra sociedad —feminicidios, violencia, división de géneros— no es más que el resultado de una falta de conciencia, un espejo oscuro de lo que aún no entendemos.
Tomemos un ejemplo concreto, como lo fue en el texto anterior: la política. En este caso, la política se convierte en un escenario de batalla entre conciencia e inconsciencia. La «Casa de los Famosos», un simple programa de televisión, ha provocado una conversación nacional sobre temas mucho más profundos de lo que aparenta. Mientras los ciudadanos discuten sobre divisiones de género, feminismo y masculinismo, algo mucho más grande ocurre en las sombras: la eliminación de los organismos autónomos, el ataque a la Suprema Corte de Justicia, y la narrativa manipuladora de un gobierno que busca consolidar el poder.
El presidente nos dice que estos cambios son para nuestro beneficio, pero ¿de verdad lo son? ¿Quién está tomando decisiones por nosotros? Mientras unos se distraen con la televisión, otros organizan movimientos, no para el beneficio del pueblo, sino para sus propios intereses. En lugar de pedir una consulta popular —una verdadera herramienta de conciencia colectiva— se enfocan en crear partidos, grupos y estructuras políticas, perpetuando el ciclo de manipulación.
Aquí es donde fallan todos los que se dicen opositores de Andrés Manuel: no entienden que el verdadero poder está en la conciencia colectiva, en la acción ciudadana informada, no en sus juegos de poder.
La realidad es que el ciudadano mexicano aún no ha despertado completamente. Hay una desconexión entre lo que verdaderamente importa y lo que nos entretiene. Pero ese despertar es posible. No a través de la política vacía o de la creación de más estructuras inservibles, sino a través de acciones concretas y conscientes. Las estructuras no se crean para alimentar el ego de un líder político, sino que nacen de las acciones justas y necesarias para el bien común.
Si realmente queremos un cambio, debemos exigirlo a través de las herramientas que tenemos. No permitamos que nos vendan ideas vacías disfrazadas de justicia social. Es momento de despertar, de ser conscientes de nuestras acciones y de nuestro poder como ciudadanos. Las buenas acciones crean estructuras sólidas, y esas estructuras deben estar construidas sobre la base de la conciencia y el bienestar común, no de la ambición política.
Hoy, el presidente se esconde cobardemente detrás del voto popular, como si eso le diera el derecho de hacer y deshacer. Nos habla de que tiene el mandato del pueblo porque lo eligieron, pero no lo elegimos para destruir lo que generaciones lucharon por construir. Lo elegimos para administrar, no para modificar leyes a su antojo. Entonces, si realmente tiene los pantalones bien puestos, ¿por qué no acepta el reto de los internacionalistas? ¿Por qué no hacemos una consulta popular? Porque en lugar de consultar al pueblo, prefiere mover los hilos en el Congreso y aprovecharse de la ignorancia de los más jóvenes, muchos de los cuales no conocen la historia de los derechos que hoy intenta eliminar. ¿A qué le tiene miedo, señor presidente?
Eliminación de organismos autónomos, ataques a la transparencia, y todo esto mientras el crimen organizado crece. ¿Dónde están las soluciones? Porque si usted NO TIENE LA CAPACIDAD de prevenir y erradicar la violencia, entonces invitemos a Los Cascos Azules. Que vengan a México a vigilar y proteger a los ciudadanos, porque no podemos permitir que el narco y el crimen sigan controlando el destino del país. Y si realmente estamos en una democracia, hagamos la consulta bajo la supervisión de organismos internacionales. Que el pueblo exprese libremente si quiere que desaparezcan los portales de transparencia, si está de acuerdo con que se eliminen los organismos que han defendido los derechos de sus padres y abuelos, muchos de los cuales murieron en la pandemia luchando por lo que hoy usted, señor presidente, quiere borrar de un plumazo.
Esto no es solo sobre política, esto es sobre conciencia colectiva. Porque lo que está haciendo el presidente es maquiavélico: aprovecharse de la falta de conciencia de los más jóvenes, manipulando sus emociones, ocultando la verdadera historia de lucha detrás de su discurso populista. Pero aquí no se trata de ideologías, se trata de hechos. Mientras usted se esconde, hemos documentado cómo los mismos mexicanos que viven en Estados Unidos están trayendo armas a las células que apoyan a sus candidatos de Morena. ¿Esto también es parte de su plan? Porque si no puede garantizar la seguridad de su pueblo, es hora de que alguien más lo haga.
Hagamos una consulta popular.
Hagamos una consulta popular, vigilada por organismos internacionales, libre de la presión del narcotráfico y del crimen organizado. Preguntemos al pueblo si realmente quiere esta transformación que usted propone, o si está dispuesto a defender los organismos autónomos que han sido la columna vertebral de nuestra democracia. Porque de lo contrario, lo único que estaremos haciendo es darle más poder a aquellos que buscan perpetuar la corrupción y la violencia.
Al final del día, la conciencia es la única herramienta que nos queda. No se trata de seguir a líderes ciegamente ni de crear estructuras vacías que solo beneficien a unos pocos. Se trata de abrir los ojos y actuar. El pueblo mexicano tiene la capacidad de decidir su destino, pero para eso, primero debe despertar. El presidente nos debe una respuesta, y si no la da, entonces es hora de que el pueblo, con la fuerza de la conciencia, lo haga.
Firma petición con facebook ⬇️
